4/03/2007

Paradojas

Joaquín Ortega Arenas. Hace unos días, un estimado abogado me platicó un asunto que me pareció inverosímil. Una mexicana, casada con un mexicano en California, solicitó el amparo de la Justicia Federal en contra de un juicio en el que, sin llamarla jamás, la privaron de todo su patrimonio y el de sus hijos. El amparo llegó al Juzgado Séptimo de Distrito del Distrito Federal en Materia Civil, y la diligente Juez doña Concepción Martín Argumosa, de entrada lo desechó por notoriamente improcedente. Recurrió en revisión y el Tribunal Colegiado ordenó que se diera trámite al juicio pero… la señora Juez no iba a dar su brazo a torcer. Sobreseyó el juicio porque las actas de nacimiento de los hijos de la quejosa estaban en el idioma inglés y de pasada adornó su sentencia con tesis y criterios jurisprudenciales extraídos del Servidor Web del H. Consejo de la Judicatura Federal sin reparar, desde luego, en que todas las instrucciones parea el manejo de ese Servidor, se encuentran redactadas en el idioma inglés que para ese efecto, y proviniendo del H. Consejo, si son válidas. Triste paradoja, dejaron en la calle a una mujer y a sus hijos por que las actas de nacimiento no estaban traducidas, y personalmente tradujeron las instrucciones del Servidor Web para extraer los medios en que fundamentar esa sentencia. Y, a propósito del servidor Web del H. Consejo de la Judicatura , señala que hasta esta fecha, ha sido utilizado por CUATRO MILLONES CIENTO CUARENTA Y UN MIL NOVECIENTOS DOS PERSONAS, de las cuáles, con casi absoluta seguridad ni la mitad han sido debidamente atendidas. Haga la prueba, querido lector, y antes de empezar a buscar algún acuerdo o expediente, hágase acompañar por tres o cuatro tazas de café y un buen libro, así como de una botella de Champaña. Busque un acuerdo y difícilmente se le permitirá verlo en menos de una hora. Busque un expediente y a veces tarda más, si es que se lo enseñan. Es más fácil conocer la vida y obras de León Tolstoy en Internet, (de 11 a 15 segundos para entrar), que encontrar un circuito, un tribunal o ver un simple acuerdo. Lo remiten a usted indefectiblemente a algún lugar o archivo cuyo nombre aparece en el idioma inglès que, como no es el idioma obligatorio en México, ni podemos ni debemos leer y mucho menos traducir o entender. Es ilegal. Es muy improbable que en tres o cuatro horas logre su objetivo y sin duda alguna, en ese lapso ya habrá terminado sus tres o cuatro tazas de café y el libro que llevó para leer. Si su paciencia lo acompaña, tal vez, en algo mas de tiempo, uno o dos días, logrará ver el expediente que buscaba o el acuerdo que le hacia falta y, en ese caso, para eso era la botella de Champaña. Festeje, que bien lo merece la ocasión. Empero, no termina ahí su vía crucis. El artículo 28 de la Ley de amparo señala que las notificaciones que se hagan por lista, deberán contener “…el número del juicio o del incidente de suspensión de que se trate, el nombre del quejoso y de la autoridad o autoridades responsables , y síntesis de la resolución que se notifique…” y usted nunca , pero nunca se publican en las listas la síntesis que el precepto determina. Cuando mas, se señala: “ Se fija fecha para la audiencia constitucional”, pero para cuando, eso no se señala: “…Se requiere a la quejosa con apercibimiento…” pero ¿Qué o de que, y con cual apercibimiento?. Eso nunca aparece, en ninguna lista de ningún juzgado o tribunal. En cuanto termine su botella de Champaña, resígnese y en metro, auto de alquiler o a pie, vaya de Juzgado en Juzgado, que al fin está tan cerca los unos de los otros, a ver la fecha omitida en la notificación, el objeto del requerimiento y el apercibimiento , labor en la que empleará dos o tres días. Ni se le ocurra ir en su automóvil si lo tiene, No hay estacionamiento en casi ninguno de los múltiples edificios en los que funcionan los tribunales federales, y en donde se concentra la mayor parte de ellos, en el pomposo Palacio de Justicia Federal, de horrible arquitectura con un triste remedo de la Sala Hipòstila del Palacio de Karnak, y a sus lados juzgados “mazmorras” en los que nunca penetra el sol, no solo no hay donde estacionarse, sino que una nube de grúas recogen los autos “estacionados en lugar prohibido” y ese chiste le cuesta mas de mil pesos y otro día mas perdido. Amén, que siempre nos queda el recurso de quejarnos ante Dios.

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