3/19/2009

Un acontecimiento inesperado

Joaquín Ortega Arenas. Interrumpimos nuestros análisis sobre la corrupción judicial, por un acontecimiento inesperado. Sufrí un accidente que me ha dejado paralizado parcialmente . Sobre una vieja fractura de la primera vértebra lumbar recibí el golpe de una caída ,. Mis familiares en lugar de llamar a la Cruz Roja, me llevaron al Hospital Ángeles del Pedregal, elegantísimo nosocomio aparente propiedad de los Hermanos Vázquez Raña. (La voz de la calle atribuye esa propiedad y la de caso todos los nosocomios particulares de México, a Eduardo Echeverría Álvarez). En “Urgencias” recibí una espléndida atención a cargo de varios médicos “externos” y enfermeras igualmente capaces. Los problemas empezaron cuando hubo necesidad de pasar a los servicios que presta el Hospital Ángeles. Me condujeron en la cama en la que me encontraba en “Urgencias” al lugar en el que funcionan aparatos para tomar una “Tomografía” y una vez concluidas las tomas necesarias, me dejaron en un corredor sin la sábana con que llegué cubierto, mas de media hora sin que nadie se apiadara de mi. Llegaron a cubrirme y tuve que esperar casi tres cuartos de hora para que me llevaran otra vez a “Urgencias”. Una vez concluidos los exámenes que habían ordenado los médicos, fui llevado a un cuarto en el tercer piso . Al día siguiente, muy temprano, llegó un verdadero cafre a llevarme a otros exámenes y radiografías, en una silla de ruedas que tenía tres ruedas, y un cuadrilátero en el lado delantero derecho. Cada dos metros, era un golpe seco que me llegaba hasta la, lastimada vértebra. Protesté de inmediato y la respuesta fue acelerar el paso y llevarme a la carrera hasta la salas de rayos X. Mi vértebra lastimada materialmente me doblaba del dolor. Concluyeron los exámenes y como era de esperarse me negué a volver a ese instrumento de tortura que en el Hospital Ángeles llaman silla de ruedas y las enfermeras que atienden ese lugar, después de verificar que tenía tres ruedas y un cuadrado, mandaron por otra silla que tuviera cuatro ruedas, atendida por un excelente enfermero de nombre Santiago que, con una pericia increíble me paso de la mesa de rayos X a la silla, y me llevó otra vez a mi cuarto sin molestia alguna, y además, con evidente conocimiento de causa, me pasó a la cama del cuarto sin que experimentara yo ninguna molestia. Tres días estuve hospitalizado. Los servicios son buenos pero a la hora del pago, un terrible cuenta de .SESENTA Y TRES MIL CUATROCIENTOS VEINTICINCO PESOS CON DOCE CENTAVOS, mas catorce mil pesos que hubo que pagar a los médicos externos que me atendieron, en total SETENTA Y SIETE MIL CUATROCIENTOS VEINTICINCO PESOS CON DOCE CENTAVOS, estuvo a punto de causarme un infarto. Un mexicano clasemediero como yo, difícilmente tiene esa cantidad disponible para una emergencia y, tuve que recurrir a mis cinco hijos para salir del aprieto. El Reglamento de Construcciones del Distrito Federal obliga a todo aquel que construya un edificio para prestar servicios al público que ponga un estacionamiento para los usuarios de los servicios que presta, Ignoro cual es la causa, aunque la supongo. El estacionamiento del Hospital Angeles del Pedregal, cobra a los usuarios de los servicios que el hospital presta a razón de SESENTA CENTAVOS POR MINUTO, TREINTA Y SEIS PESOS POR HORA, Y OCHOCIENTOS SESENTA Y CUATRO PESOS POR DIA por la ocupación, sin servicio alguno de diez metros cuadrados de piso del interior del nosocomio., La cuenta de mi automóvil después de cinco días, también estuvo a punto de causarme otro infarto. Sería conveniente que la Secretaría de Salud, y el Gobierno del Distrito Federal prestaran alguna atención a los servicios que proporcionan los hospitales privados que como indiqué al principio, son casi todos de los Hermanos “Vazquez Raña”.

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