10/03/2010

GRANADITAS, AYER Y HOY.

Joaquín Ortega Arenas. El 27 de septiembre de 1810, con la toma de la Alhóndiga de Granaditas convertida en cuartel por las tropas virreinales, se selló la primera etapa de la guerra iniciada por Miguel Hidalgo y Costilla en Dolores, la madrugada del día 16 del mismo mes de septiembre. Con una chusma inicial de cerca de seis mil hombres sin ninguna preparación militar, con unas cuantas armas de fuego y soldados disciplinados del Escuadrón de la Reina comandado por el Capitán Ignacio Allende y Unzaga, realizaron un inicio triunfal. San Miguel el Grande y Celaya se entregaron sin resistencia a los insurrectos. La toma de Atotonilco después de una corta resistencia permitió a Hidalgo recabar un estandarte con la imagen de la Virgen de Guadalupe que lo acompañó hasta la Batalla desastrosa del Puente de Calderón, cercano a la Ciudad de Guadalajara. El 24 de septiembre, Allende tomó Salamanca, en donde proclamaron a Hidalgo “Capitán General de los Ejércitos de América” , A su paso por los poblados abajeños, se sumaron a la chusma comandada por Hidalgo, varios miles de campesinos, parias sempiternos y esclavos de los españoles peninsulares únicos propietarios de vidas y hacienda en todo el territorio de la Nueva España, desde el día en que Hernán Cortés en la Antigua Veracruz, a sangre y fuego, “…tomó posesión de todas estas tierras para el Rey de España..”, que las vendió y repartió como le vino en gana, esclavizando de paso a sus antiguos poseedores, ya que la propiedad privada de los medios de producción no existía entre los habitantes de Mesoamérica, ocupada por una civilización mucho más culta y adelantada que la que se había desarrollado en el viejo continente. Atosigados por la miseria, los “naturales o indios”, como los llamaban, fueron acumulando odio y deseo de venganza, hasta que su resistencia llegó al límite y con la llama encendida por Hidalgo, estalló. La Guerra de Independencia fue el segundo estallido de odio en estas tierras. El primero, desgraciadamente se dio cuando llegaron los conquistadores que, apoyándose en el odio que las etnias mesoamericanas habían acumulado en contra de los “mexica”, masacraron el 13 de agosto de 1521 a todos los que encontraron a su paso. Eran unos cuantos españoles y varios miles de indígenas, Tlaxcaltecas, Huejotzincas, Chalcas,…los que en verdad inclinaron con su odio la balanza en favor de los conquistadores. Como suele suceder, después de la traición el traidor apesta y lo conquistadores sometieron a sus antiguos “aliados” a la peor de las esclavitudes imaginable. Los privaron de sus lenguas, de sus creencias y de sus bienes. La guerra de Independencia, fue pues, el segundo estallido de odio, ahora contra los conquistadores. La toma de Guanajuato el día 27 de septiembre de 1810 quedó consumada en el momento en que la chusma incontrolable penetró en el Edificio construido en 1800 para el almacenamiento de granos que en gran cantidad producía entonces, la inmensa planicie conocida como El Bajío. Destacó y fue el principal protagonista de la batalla, Juan José de los Reyes Martínez, Minero corpulento de la Valenciana que, con una loza sobre sus espaldas, que lo protegió del fuego, incendió la fortificada puerta del edificio permitiendo el paso incontrolado de los iracundos indígenas. La marcha de Hidalgo hacia la Capital del Virreinato, continuó de triunfo en triunfo hasta que, a la vista de la gran urbe, tal vez por el recuerdo de lo que paso en la Toma de la Alhóndiga y contra el parecer de Allende, cambió su rumbo para desgraciadamente, a partir de ese momento recibir derrota tras derrota, las peores en Aculco y Calderón. Con profunda pena, hemos contemplado en esta hermosa Ciudad de Guanajuato las celebraciones con las que el Gobierno del Cambio y el de la Ciudad, “conmemoraron ese histórico hecho”, determinante importantísimo de la Guerra que concluyó con nuestra independencia. No hubo en la celebración un sólo indígena. Gente “bonita vestida elegantemente”, y muchos, pero muchos soldados traídos de todas partes. Decenas de Tanquetas, Decenas de Carros de Asalto, Quizá más de dos mil soldados con su imponente armamento de metralletas de asalto y granadas de fragmentación en la cintura. Estupor de los guanajuatenses que no daban crédito a la forma en que se realizaba el festejo conmemorativo, sin gente que representara a los participantes, sin Pípila”. ¿Qué falta podría hacer si la puerta y todo el edificio podría ser derribado en tres minutos con los disparos de las potentes armas que portan las tanquetas y los carros de asalto? Un vecino, anonadado, tuvo el comentario preciso, insuperable. Con el tono despectivo que emplea nuestro pueblo, se concretó a decir. “…PA SU… MECHA…”.

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