8/14/2012

¡UNA FORMA CRUEL DE DOMINACIÓN¡


                         
Joaquín Ortega Arenas.

Hace ya muchos años, el sabio de sabios Leonardo da Vinci  estudió por primera vez el fenómeno que llamó heliotropismo, (helio-prefijo que significa 'sol', Diccionario de la Lengua Española) y tras esos estudios realizados por el sabio, los científicos se han esforzado en descubrir el por qué toda la vida que existe en el Planeta Tierra se rige por el Sol y los fenómenos solares. Donde no llega el sol, no hay vida. La energía solar es la que ha generado no sólo la existencia de los planetas, sino la de todos los animales y plantas que, en el caso de la tierra, viven en ella.  La rotación de la tierra necesariamente le permite recibir la energía solar plena sólo durante medio día. Los geógrafos y astrónomos, la han dividido en paralelos y meridianos y conforman la cuadrícula que aparece en los mapas que empleamos rutinariamente. El empleo de las palabras meridianos y paralelos, se debe a Ptolomeo y su uso ha continuado hasta hoy. La circunferencia de la tierra en el Ecuador, se ha medido en 360º, 180º  del Meridiano de Greenwich hasta a 180° en la línea internacional de cambio de fecha que, en la realidad se traduce en el día y  la noche. Los meridianos, dada la forma esférica de la tierra, van disminuyendo la separación entre ellos, del ecuador a los polos, en el que no existe ya ninguna.

La energía solar es captada por todos los seres vivos (plantas y animales) durante el día, y da lugar a la regulación del metabolismo basal de los animales y los cambios en la vida de vegetales, en ocasiones en forma drástica, como lo que llamamos “heliotropismo” que obliga a muchos vegetales, particularmente al “Girasol” a enmendar su posición durante el día, para recibir la mayor cantidad de energía. Ha dado además lugar al establecimiento de los “Husos horarios” que dividen a la tierra en 24 áreas que juntas constituyen el llamado tiempo universal, coordinado a partir del meridiano 0, en Greenwich, Londres.

Puesto que la tierra gira de oeste a este, al pasar de un huso horario a otro en dirección este, hay que sumar una hora. Por el contrario, al pasar de este a oeste, hay que restar una hora. El meridiano de 180°, conocido como línea internacional de cambio de fecha, marca el cambio de día. Hay países que se encuentran ocupando tres o más husos horarios (Siberia) y en ellos rigen tres o cuatro o más horas.
Convencionalmente y por necesidades específicas, se ha adoptado el sistema de “horas oficiales”, siempre tratando de no desarticular los funciones vitales de los habitantes de esos países.
En México, las cosas nunca son ni han sido como deben ser. Llegó el año de 1924 a la silla presidencial Plutarco Elías Calles y consideró que todos los funcionarios del país debían estar pendientes de sus órdenes y tal vez recordando la anécdota que se relataba había sucedido en tiempo se Don Porfirio,  aquélla en que preguntó --¿Qué hora es señor general? A lo que el interpelado respondió  ¡La que usted ordene, señor presidente!, uniformó la hora de Yucatán para regir  en todo el territorio nacional en el que existen señalados por el sol y la geografía tres husos horarios.   Mientras a Yucatán podía hablar desde México  a la siete de la mañana, a Baja California, en especial Tijuana, en donde tenía pingües negocios,  eran la tres de la madrugada. El descontento y desasosiego de los habitantes por la modificación de su hábitat natural fue enorme y se vio obligado a modificar la medida. A Yucatán le respetó su hora astronómica, pero al Altiplano le adelantó una hora y a la costa del Pacífico le devolvió la que le correspondía. Pasaron los años y con motivo de la Segunda Guerra Mundial,  el Presidente Ávila Camacho decidió adelantar una hora a todos los relojes del país. Otra vez, más modificación del hábitat  natural causó estragos y molestias entre la población, aunque poco a poco los mexicanos fuimos acostumbrándonos a despertar antes del alba y a dormirnos a la hora del “ángelus”.  Pero llegó un loco retrasado mental a la Presidencia y por Decreto adelantó otra hora los relojes en Verano para retrasarla en Invierno,  creando un nuevo desequilibrio en el habitat y la vida de los mexicanos.  
Un chofer de taxi, me explicaba que no obedecía esa disposición, porque  hacía mucho daño a su organismo estar cambiando la hora a su sueño, a los alimentos a todo y con el lenguaje coloquial de nuestra prole me señalaba. “Fíjese patrón en los pajaritos, amanecen cuando sale el sol y se retiran del aire cuando el sol se pone, a la hora del Ángelus y es porque ellos no son pendejos como nosotros que andamos distantiados (sic) toda la vida…”
Tuve que darle la razón y medité: en verdad en nuestro país no había necesidad de tratar de burlar a la naturaleza y estar cambiando, primero una vez al año la hora ya de por sí adelantada por decreto y en estos tiempos dos veces por año. Todos absolutamente todos nos sentimos, como señalaba aquél filósofo del taxi, “distantiados” y cuando empezamos a acostumbrarnos, otra vez el cambio, seguramente para que no tomemos jamás el ritmo del sol y de nuestro metabolismo basal y sigamos eternamente “distantiados”, sin poder razonar humanamente… ¿en beneficio de quién?
Un misionero jesuita que llegó a Baja California  en el Siglo XVIII, el Padre Miguel del Barco, apuntó en el estudio que escribió sobre su estancia allá, “…estos indios no son salvajes, son inteligentes y dedicados, pero les cambiamos el ritmo de sus alimentos que tomaban  cada vez que les daba hambre y empezaron a morirse como moscas…”
¡SERÁ ESA LA RAZÓN Y MOTIVO DE LA “HORA OFICIAL?

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