2/17/2013

“CUANDO EL RÍO SUENA….”



Joaquín Ortega Arenas.

Estuvimos ausentes de esta ciudad de locura durante 5 años y de vuelta al “terruño”  volvimos a las andadas en los Tribunales del Distrito Federal. Fue muy grata la recepción  que los antiguos conocidos  nos dispensaron.  A cada paso, se suscitaba una nueva conversación. Un  grupo de cuatro abogados comentaban  en  la “Sala Hipóstila” mexicanísima en donde se ubican los Tribunales Federales en  San Lázaro,  sobre el tema muy espinoso,  de la  “invencibilidad de las Instituciones de Crédito, (Bancos) que…nunca pierden, tengan o no tengan la razón”.

  Alguno de los presentes que tuvo o tiene,  no lo sé  de cierto, un cargo en la Asociación Mexicana de Bancos,  nos espetó que él sabía el secreto.  “…los Bancos otorgan anualmente un bono de cincuenta mil pesos a jueces y cien mil a magistrados que “se han portado bien”,  y esa pequeña ayuda  inclina las balanzas de la justicia…”  Llovieron las críticas, y él, impertérrito, nos invitó a preguntar a quienes hubieran tenido litigios en contra de los bancos sobre la posibilidad que asentaba.  El grupo de platicadores o “murmuradores”, creció y ya éramos más de diez.  Las opiniones empezaron a unificarse.  Concluyeron,  ¡es verdad!

 No intervine en la discusión, porque tengo desde hace algunos años litigios pendientes en contra de tres Bancos, en los que en verdad, la parcialidad  ha sido manifiesta, pero la atribuí a casos específicos, porque en el pasado he tenido litigios en contra del Banco Nacional de México en los que no solo obtuve  el triunfo, sino de pasada adquirí la amistad sincera del Abogado del Banco, José Luis de la Peza, que duró tantos años como los que  él vivió todavía. En los que hoy intervengo, la cosa es totalmente diferente;  los abogados que patrocinan a esos bancos,  son francamente malos.  Contestan las demandas con falsedades  imposibles de probar, delictuosas en términos de los artículos 310 y 319 del Código Penal para el Distrito Federal,  y me apena reconocerlo, ¡ganan!

Esa situación no debe prevalecer.   Por el bien de la justicia y el prestigio de nuestros tribunales,  los Consejos de la Judicatura Federal y  del Distrito Federal  deben inspeccionar, ¡de oficio!  La legalidad plena de los litigios en los que intervienen Instituciones de Crédito. Están en juego el prestigio  y la conducta de demasiados jueces y magistrados que no se prestan a esas prácticas plenamente delictuosas. Verdaderos apóstoles de la Justicia, como son,   de los que me ha tocado conocer  durante mi ejercicio profesional,  los Señores Ministros  Hilario Medina,  Felipe Tena Ramírez,  José Castro Estrada,  José Rivera Pérez Campos,  Antonio Caponi Guerrero,  Alfonso López Aparicio, Guillermo Guzmán Orozco,  y tantos más que han dejado plasmado en sus ejecutorias  sabiduría, honradez, independencia,  que  ilustran a los litigantes y estudiosos de la Justicia; Magistrados de Circuito insubstituibles como Abelardo Vázquez Cruz,  Gustavo Rodríguez Berganzo,  Edmundo  Elorduy Delgado; Jueces de Distrito como Juan José González Bustamante,  Juan Enrique Domínguez, Miguel Lavalle Fuentes,  Vicente Aguinaco Alemán,  Genaro David Góngora  Pimentel,  que durante su actuación en lo que mi padre llamaba “la trinchera contra el abuso gubernamental”  demostraron valor y  entrega plena a la causa de la justicia, sin temor aluno a las represalias a las que ese abuso gubernamental nos tiene acostumbrados

Los jueces y magistrados, unos cuántos, que reciben o esperan recibir los “bonos” que los bancos otorgan anualmente, merecen el desprecio general y tal vez un castigo ejemplar, nunca la protección de los Poderes Judiciales a quiénes desprestigian. Por ello, todos los abogados litigantes  estamos obligados, moral y legamente,  a enviar a los  H. H.  Consejos de la Judicatura Federal y del Distrito Federal, quejas fundadas de esas actuaciones. Callarlo es cobarde y perjudicial para los eternamente expoliados por litigios necesarios y contra Bancos, y sobre todo, para la Justicia Mexicana. Son manzanas podridas que hay que sacar del barril, porque,  repetimos,

                        “CUANDO EL  RÍO SUENA,…..AGUA LLEVA”.

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