11/23/2013

LA MÁS BELLA DE LAS BELLAS ARTES,




Joaquín Ortega Arenas.

“... esta hermosísima lengua capaz de hacer las palabras cosas y cosas las palabras...”
                                                               Aureliano Ortega Esquivel
                                                         “Restos y trozos”



Alfonso Reyes (1889-1959) escritor, poeta, ensayista y hombre de cultura a toda prueba, volvió a México. Había salido como perseguido político en el año de 1913, en 1939. Estuvo en Francia, España, Brasil y Argentina, donde prolongó su estancia como diplomático, representando a nuestro país en esos lugares. Su regreso coincidió con la llegada de los intelectuales arrojados de España por la dictadura franquista.

A partir de su vuelta a la patria, inició la costumbre de desayunar los jueves de cada semana en el restaurante ubicado en la Casa de los Azulejos -la vieja mansión colonial de los Condes del Valle de Orizaba-, rodeado de intelectuales de la talla de Antonio Castro Leal, Alejandro Quijano, el Dr. Mariano Azuela González, El genio de la prosa mexicana, Martín Luis Guzmán, Luis Garrido, Antonio Caso, Manuel Moreno Sánchez, José Ángel Ceniceros, Emilio Portes Gil, Leopoldo Hernández, Franco Carreño Gómez, Fernando G. Coronado y otros, a más del ex -gobernador Republicano de la española provincia de Santander, don Alfonso de la Mora Mardones, que inició su amistad con Reyes durante la última estadía del distinguido escritor mexicano en España.
En repetidas ocasiones se discutió sobre qué era aquella reunión, si tertulia o si peña. Después de una amplia disertación a cargo de Alejandro Quijano sobre lo que era cada cosa, alguno de los concurrentes señaló que era dos cosas: por un lado, un desayuno-tertulia-peña y por otro, el refugio de la más bella quizá de las bellas artes, por más que no se le quiera reconocer tal título: “la conversación”.
Dos veces, el desayuno-tertulia-peña cambió de escenario. De la Casa de los Azulejos, a un restaurante de la Zona Rosa y después, al restaurante “Veranda” del Hotel María Isabel en el Paseo de la Reforma, a partir del último jueves del mes de marzo de 1962, sin contar ya con Don Alfonso Reyes, que falleció el año de 1959.
Desde entonces, por ésa siempre alegre y agradable mesa, han desfilado poetas como Alfonso Francisco Ramírez, dramaturgos, como Rafael Solana; militares como Alberto Salinas Carranza, Tomas Sánchez Hernández; periodistas de la talla de José Pagés Llergo, Juan Martínez Ruiz, Guillermo Ibarra, Carlos González López Negrete, Manuel Arvizu, hasta su fallecimiento, Don Alfonso de la Mora el caballero, el hidalgo, el bien nacido, excepcional representante de un sueño democrático que se convirtió en humo, que perteneciendo a una de las más distinguidas familias de la nobleza española / la Casa De Alba) se convirtió en un ferviente republicano, y último Gobernador Republicano de la Provincia de Santander y docenas de heterogéneos contertulios con un denominador común, todos conversadores de primera categoría, animando y manteniendo un tradición de más de treinta años.
No solo han desaparecido todos los mencionados cultivadores de la más bella de las Bellas Artes. Desgraciadamente, ha desaparecido “la conversación”, causa y motivo de todos los cambios sufridos por la humanidad desde su inicio como sociedad y la formación de los idiomas. La conversación fue el motivo y causa del nacimiento de las religiones, de los países, de las luchas sociales o, simplemente, de todo el acontecer humano.

Sin la comunicación, hoy desterrada en forma total por la televisión y los “aparatitos “para jugar a solas, usada como medio de dominio por idiotización total, comercial o política, y por les medios electrónicos que alguna vez satanizara Albert Einstein, cuando dijo:




“Tengo miedo del día que la tecnología vaya a sobrepasar la interacción humana.- El mundo será una generación de idiotas”

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