8/14/2016

EL MAL EJEMPLO….CUNDE….


Joaquín Ortega Arenas.

La historia nos relata:

“…El edificio de la Antigua Escuela de Jurisprudencia está ubicado en la esquina de las calles República de Argentina y San Ildefonso en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Originalmente fue un convento de monjas dominicas llamado Santa Catalina de Siena. Después de la expedición de las Leyes de Reforma, el gobierno tomó posesión del edificio, lo transformó y lo demolió parcialmente para convertirlo en un cuartel militar.

 Mientras tanto, la Universidad Nacional de México, precursora de la UNAM, había cerrado sus puertas en 1833, y la Escuela de Jurisprudencia se recreó en el Colegio de San Ildefonso.

 En 1868, la Escuela Nacional Preparatoria fue fundada en el mismo edificio por lo que la Escuela de Jurisprudencia se trasladó al ex Convento de la Encarnación (actualmente ocupado por las oficinas de la Secretaría de Educación Pública) y finalmente al ex Convento de Santa Catalina de Siena.

 EL 15 DE MARZO DE 1908, Porfirio Díaz inauguró en este edificio la Escuela Nacional de Jurisprudencia.
 fachada del edificio es de dos niveles. El nivel inferior en su mayoría es carente de ornamentación, pero el nivel superior es básicamete en estilo palladiano, en especial por el uso de columnas con frontones ecléctica  siglo XX.

El Director de la nueva Escuela Nacional de Jurisprudencia, Pablo Macedo y González. Ilustre abogado y miembro del grupo Los Científicos” del General  Porfirio Díaz, en el año de 1908   publicó el volumen 13 y 14 de “La enseñanza Normal” , donde se habla de la apertura de la Escuela Nacional de Jurisprudencia que se verificó el 15 de marzo de 1908, cuando era Director de la misma  y, como era de esperarse, asistió el Señor Presidente Díaz y el  discurso pronunciado por el Lic. Macedo, su Director se  inició con una frase que ha quedado grabada con letras de oro en la historia de  México y observada, no solo por los “abogados” sino por todo aquel mexicano que llega a un status de poder en el País. Dijo;
        “SEÑOR PRESIDENTE, CON USTED, HASTA LA IGNOMINIA…”

Con lo que, fue suficiente para que sin mayor trámite  cayera  en la ignominia, que el  Diccionario de la lengua española Espasa-Calpe define como:   
  ignominia
f. Deshonor, descrédito de quien ha perdido el respeto de los demás a causa de una acción indigna o vergonzosa:
'ignominia' aparece también en las siguientes entradas:
ignominioso - oprobio
OPROBIO

f. “Oprobio es un concepto que se utiliza para nombrar a un deshonor, una ofensa, un agravio o una infamia. El término puede usarse como sinónimo de ignominia “.

Obviamente, Don Pablo tuvo una cosecha inmediata. Fue figura relevante entre los “amigos del Presidente y salió al exilo, inmensamente rico, poco después de Díaz, Vivió en Madrid, en donde murió.
Como podemos apreciar, en forma increíble pero cierta, en México y quizá en muchos otros países, se ha convertido en un espléndido negocio la pérdida de vergüenza y decoro. Nuestros “póliticos” emplean ese medio para enriquecerse hasta niveles estratosféricos, con la divina inspiración que les dejó Don Miguel Macedo.
Un “profundo” filósofo de la alta burocracia mexicana, con el que jugaba a las canicas cuando de niño me enviaron a vivir al Pueblo Mágico de Tenango del Valle, cuya amistad sincera y desinteresada duró mientras él vivió, acuñó literalmente dos “leyes” de vigencia nacional.  “POLITICO POBRE, ¡POBRE POLÍTICO! y, haciendo eco de los consejos que a un Virrey daba su padre, también Virrey, (…no lo olvides, las obras públicas tan prestigio y dinero…) , “ ¡LAS OBRAS SIEMPRE DEJAN SOBRAS!, y si acaso podemos encontrar, será nones y no pasarán de tres los “funcionarios” cuya función no sea eminentemente “mercantil” y cumplan honradamente con el desempeño de los puestos “burocráticos

Esas y no otras son las causas de la riqueza de nuestros políticos, y seguramente de que Don Miguel Ángel Mancera, IMPERTÉRRITO Jefe de Gobierno de la  CDMX nos tenga repleta de obra pública que nos amarga la vida a los habitantes y visitantes de, ésta alguna vez,  “LA CIUDAD DE LOS PALACIOS” en los tiempos del Virrey Segundo Conde de Revillagedo.

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