Joaquín Ortega Arenas
Hace muchos, pero muchos años,
cuando cursaba el segundo año de Secundaria en una excelente escuela, la
Secundaria Número Cuatro, en la Colonia de Santa
María, (las calles de San Cosme esquina con
las calles de Ciprés), cuyo director era el Maestro Oaxaqueño, (de Sola de
Vega), Don José Calvo Saucedo, que una
vez jubilado fungió como embajador de México en la UNESCO.
Debo confesar
era yo un alumno conflictivo y latoso, (en una ocasión, logré en el Laboratorio
de Química, aislar “Bromo-acetona” (gas lacrimoso) y se hizo necesario suspender las clases a
las nueve y media de la mañana, porque no supe como controlarla y se difundió
por toda la Escuela, a pesar de lo cual, me manifestó no solo cariño, sino
amistad, y me regaló un libro maravilloso, “Las
afinidades electivas” de Johan Wolfang von Goethe en el que del autor, señala la biografía,
“…. Goethe pone en
tela de juicio los fundamentos del matrimonio. Cuatro personas que pasan una
temporada aisladas en una mansión rural se sienten atraídas de manera tal que
amenazan las relaciones establecidas y esperadas. La fuerza de esta atracción
es imperativa y misteriosa, igual que los poderes naturales - de donde Goethe
toma prestado el título - que empujan a ciertos minerales a unirse y a otros a
separarse. Las reflexiones en torno a la moral, el dominio de sí y la
alienación enfermiza causada por la dificultad de enfrentar las propias
pasiones hacen de Las afinidades electivas una obra de gran actualidad….”
El libro me dejó
una honda huella que me ha convertido en crítico inexorable y hasta
molesto. Cuando veo el trato que en mi
propia familia dan los padres a sus hijos, “…uno es el preferido..”. ¿Por qué?
Quién sabe, pero así es y causa en los demás miembros que no son objeto de las
mismas atenciones una natural molestia. Me meto en lo que creen que no me importa,
y como dicen los chamacos de hoy “me va como en feria”.
Yo mismo he
caído en ese horrible vicio involuntariamente, y no he podido evitarlo. Mi
queridísima esposa, mujer de amplio
criterio, inteligencia y prudencia, en vano trató de que en mi familia no
existieran “Afinidades selectivas”. Lo “endulzó mucho” pero no pudo
erradicarlo.
Creo que, es tan
corta la percepción natural de nuestros cerebros, que lo hacemos
automáticamente, sin pensar el daño tan grave que les hacemos que, en muchas
casos deviene en vicios irreversibles y fracasos sin remedio en sus vidas.
El propósito de
este breve ensayo, no es otro de invitar a todos, incluyéndome, para erradicarlo.
He presenciado
casos en los que por ”consentir” a alguno de los hijos, los demás desviaron sus
vidas, abandonaron los estudios y hacían
creer a sus padres que estudiaban, pero
se pasaban la vida sentados en un jardín público mirando la naturaleza, o
metidos en una cantina “para olvidar” la
pena que esa “ Afinidad selectiva”. de sus propios padres les causaba y, “ les provocaba”.
Cierto, hay
también muchos casos en que quién tiene esa “Afinidad” la difunde en perjuicio del grupo familiar.
Hijos que
detestan a sus padres y Padres que , increíble, pero cierto, detestan a sus
hijos y lo demuestran cotidianamente con tremendas golpizas y castigos. Maridos que maltratan a sus
esposas, como si fueran animales….
¡No importa! Lo
que trato es de motivar a todos, para que lean esa maravilla escrita por Goehte,
y mediten. Existen muchas ediciones que
se pueden adquirir en cualquier librería.
Goehte, escribió entre sus
múltiples obras, “LAS CARTAS DEL JOVEN WERTHER. una colección de epístolas
escritas por, un joven artista de temperamento sensible y apasionado”, que se suicida “por amor”, y en ese libro, a
mi manera de ver, hizo un maravilloso manejo de las “Afinidades Electivas” que
culminaron, con el suicidio de Werther,
y miles de suicidios más después de la misma lectura, por lo que se llamó
entonces al suicidio, “…el mal de Werther…”
EL
CONSEJO, CREO QUE ES BUENO Y ¡NO SE VAN A ARREPENTIR!
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