Joaquín Ortega Arenas
Hace ya más de
cinco años que publico, los lunes y jueves de cada semana, mis
opiniones y averiguaciones sobre la vida de este sufridor y sufrido País, al
que amo, primero por herencia de mi Padre que, me inculcó esos sentimientos , y
después, por las oportunidades de vida maravillosa que encontré en él, con mi
desarrollo profesional y el de mi familia desde que elegí por compañera de mi
vida y madre de mis hijos, a la Maestra Alicia Margarita Esquivel Molina, hija
del irreductible promotor de la Educación Normal, Profesor Aureliano Esquivel Casas.
Rebelde por
nacimiento, culta y peleadora, Alicia
Margarita me acompañó, codo a codo, en todas mis aventuras profesionales y periodísticas. Me la arrebató la
vida y desde su partida, literalmente, concluyó la mía.
Entre los
primeros temas que aborde, se encuentra “EL
ASESINATO DE VENUSTIANO CARRANZA”, que me relató un testigo presencial del
mismo, Don Luis Cabrera Lobato, brillantísimo abogado y mejor aún político
comprometido con nuestro México, amigo de juventud de mi Padre y, por herencia
y también mi querido amigo.
Durante ya casi seis años, me llegan de todas partes ,
ininterrumpidamente, comentarios sobre la primera publicación del relato, lo que.
me ha parecido extraño, porque provienen,
en una gran mayoría, de Países extranjeros a los que nunca imaginé que llegarían esos
cometarios.
Es indudable, el asesinato artero y falaz de Don Venustiano
se convirtió en el parteaguas entre la libertad y bienestar que pensó consolidar Francisco I. Madero con el “ Plan de San Luis” para volver al “México Bárbaro” que en forma clara y realista delató el periodista
Estadounidense John Kenneth Turner,
Los asesinos
plenamente identificados de Don Venustiano, inventaron en 1929 un “Partido en el Poder”, que lo ha convertido
en un inmenso negocio a partir del “Primer
Plan sexenal” ( El mandato señalado en la Constitución de 1917 para
los Presidentes,
tenía una duración de cuatro años, pero no bastaba para la rapiña y se
aumentaron a seis).
Considero
necesario repetir la primera crónica, y dejarte en plena libertad amable lector,
para que valores ese hecho que ha cambiado radicalmente nuestra historia.
“…A
principios del año de 1920, se celebrarían elecciones, en las que se
presentaría el general Álvaro Obregón como candidato del Partido Laborista, y
un candidato civil elegido por el Presidente Carranza que pretendió el cambio
del militarismo al civilismo en el poder y sugirió la candidatura del Ingeniero
Ignacio Bonillas . Tal vez influyó en esa decisión un mensaje en que Woodrow Wilson
Presidente de los Estados Unidos de América por conducto del Secretario de
Estado, Bainbridge Colby, responde a Carranza sobre los intereses petroleros
norteamericanos, así como de la diplomacia a seguir en México.
La
elección del Presidente causó un gran disgusto a los generales sonorenses
Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, Secretario de Industria Comercio y
Trabajo en funciones en ese momento, que para evitar la “maniobra” de Carranza,
se levantaron en armas con el “Plan de Agua Prieta”, lugar de nacimiento
de Plutarco Elías Calles, en el que sin ningún contenido social, solamente se
desconocía a Carranza con un pretexto invalido y hasta tonto pero que fue
suficiente para iniciar una nueva asonada, contando con las armas que Carranza
había entregado a Obregón para “la defensa de las Instituciones”, lo que obligó
al Presidente a abandonar la Capital de la República y dirigirse hacia el
Puerto de Veracruz, otra vez.
En
la estación de Guadalupe Hidalgo, (La Villa) se encontraban ya formados los
trenes en los que se conduciría a una regular fuerza militar que acompañaría al
Presidente.
Vale
la pena comentar los avatares que se produjeron con esa huída. El Presidente
ordenó al Tesorero General de la Nación entregara a el subsecretario de
Gobernación y éste, al General Juan Barragán, persona de su absoluta
confianza, los SESENTA MILLONES DE PESOS, ORO que se encontraban en ese momento
en las arcas nacionales y los condujera al Tren Dorado, el tren exclusivo para
el uso de señor presidente, orden que fue cabalmente cumplida.
Otra
catástrofe imposible de prevenir se abatió sobre el Presidente,
una “maquina loca” cargada de dinamita se estrelló en contra de los
convoyes que transportarían la tropa encargada de proteger al vagón
Presidencial momentos antes de la salida, inutilizándolos, por lo que el
Presidente se vió obligado a prescindir de su escolta militar, quedando sólo
con una escolta formada por cadetes del Colegio Militar que estaban apostados
junto al Tren Dorado y uno cuantos soldados más, a las ordenes del General Francisco
de P. Mariel.
A
la llegada a la estación de Aljibes, en plena sierra norte del Estado de
Puebla, el
tren fue atacado haciendo imposible que siguiera avanzando pues la vía de
ferrocarril había sido levantada.
En
forma providencial, se pensó en ese momento, se presentó con
una regular fuerza armada,Rodolfo Herrero poniéndose a las órdenes del
Presidente. Fue allí donde Carranza supo que el Jefe de la Guarnición de
Veracruz ya se había unido a los sublevados, por lo que con la “protección” de
Herrero y la pequeña fuerza del General Francisco de P. Mariel, en caballos
proporcionados por Herrero, se internó en la Sierra en compañía de algunos de
sus principales colaboradores, el Lic. Luis Cabrera, Francisco Murguía, Manuel
Aguirre Berlanga,
su candidato a la Presidencial Ignacio Bonillas, y otros más,
El
día 20 de mayo, llegaron al
pequeño pueblo de Tlaxcalantongo, Puebla. Ahí pretendieron
pasar la noche. Herrero se retiró al poco tiempo poniendo un pretexto y en las
primeras horas del 21 de mayo de 1920, la gente
de Rodolfo Herrero atacó los jacales donde dormían Carranza y sus fieles seguidores, casi apiladas
cinco personas en la choza que correspondió a éste. Entre gritos y disparos
según la versión oficial, hirieron de muerte al Presidente Carranza y
afortunadamente no lastimaron a ninguno de los demás ocupantes.
Una
versión diferente, relatada al que esto escribe personalmente por don Luis
Cabrera, testigo presencial, es ésta:
Llegaron
sí, como se ha relatado, hasta el caserío de Tlaxcalantogo; fueron llevados por
Herrero a diversas chozas, y en una de ellas alojaron al Presidente y otras
personas, entre otras el autor del relato. A la media noche, fueron despertados
por gritos de ¡Muera Carranza! y balazos disparados al aire. El Licenciado
Cabrera pretendió levantarse y el Presidente, casi en tinieblas se puso de pie
y sereno pero firme, dijo: “Calmados, esto solo es conmigo” y se dirigió a la
puerta de la choza, y al momento de abrirla recibió primero, un balazo en un
muslo de que le rompió el fémur por lo que su cuerpo giró y antes de caer
recibió varios balazos más en la espalda, Los atacantes, quizá en medio de la
oscuridad reinante y entre la copiosa lluvia identificaron al Presidente por su
blanca barba y cuando lo vieron caer, se retiraron a todo galope. Llegaron
varias personas de la comitiva que estaban alojadas en otras chozas y
procedieron a levantar el ya cadáver del Presidente. Mi ilustre informante y
otras personas más, en cuanto volvió la calma, fueron conducidos por el Lic
Cabrera hacia el Pueblo de Zacatlán, del que era oriundo.
Los
relatos oficiales del suceso, no concuerdan de ninguna manera con los hechos
evidentes que constan en documentos celosamente guardados en el Acervo
Histórico Condumex, en el que existe un telegrama enviado por Plutarco Elías
Calles, Secretario de Industria, Comercio y Trabajo en el gabinete de Carranza
dirigido al Teniente Coronel de Caballería Lázaro Cárdenas de Río, Jefe de la
Zona Militar de Tuxpan, a la que correspondía Tlaxcalantongo, en el que
escuetamente le ordena:
“El señor Presidente va hacia su zona.
No debe salir de ella.”
Comunicación que indudablemente originó el que
el Teniente Coronel de caballería Lázaro Cárdenas del Río, enviara a Rodolfo
Herrero a Villa Juárez, Puebla, la comunicación que textualmente señala:
“…Lo saludo
afectuosamente y le ordeno que inmediatamente organice a su gente y proceda a
atacar a la propia comitiva, procurando que en el ataque que efectúe sobre esos
contingentes, muera Carranza en la refriega, entendido de que de antemano todo
está arreglado con los altos jefes del Movimiento y, por lo tanto cuente Ud.
conmigo para posteriores cosas que averiguar…..como siempre, me repito su
atento amigo, compañero y S.S. Lázaro Cárdenas….”
Ambos
documentos, celosamente guardados en el poblado serrano de Patla, estuvieron en
las manos de quién esto escribe por haber sido llamado profesionalmente a la
operación de venta realizada por su hasta entonces tenedor, del que me reservo
dato alguno por obligarme a ello el secreto profesional, que se realizó con el
Acervo Histórico Condumex; Se me permitió tomar fotostáticas de ambos
documentos que desgraciadamente presté al Lic. Franco Carreño García y
jamás me devolvió, pero que gracias a investigaciones actuales de Juan Ramón
Jiménez de León profesor de Posgrado de la F.C.A. UNAM, han sido “hallados”,
consultados y fotocopiados en los Archivos del Acervo Histórico Condumex.
Rodolfo
Herrero, perteneció durante muchos años a las “Guardias Blancas” que las
compañías petroleras tenían desplazados en toda la zona, a ciencia y paciencia
de las autoridades mexicanas, para la protección de “sus bienes” capitaneados
por el “General” Manuel Peláez. Eran más de 15 000 hombres perfectamente
armados y pertrechados en mejores condiciones que la tropa del Gobierno.
Tras
el asesinato, Herrero fue conducido por Cárdenas a la Ciudad de México en
compañía del General Juan Barragán y ( ¡ojo por favor! ) devolvieron los
TREINTA MILLONES DE PESOS, ORO, que Carranza llevaba en el Tren Dorado,
encontrados varios días después del asesinato. Tras breve investigación,
Herrero fue liberado…”
Los periódicos de la Ciudad de México dieron la noticia de que el
Presidente se había suicidado
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